ABUELO GRINGO
Desde un pequeño pueblo
al pie de las montañas
salió un día mi abuelo,
de la madre Italia,
temblando su voz
en la despedida,
arrugado su corazón
en la partida,
una valija gastada
cargada de sueños,
el alma quebrada,
un sombrero nuevo.
Volvió su mirada,
a poco de andar,
para guardar, inmaculada,
la imagen de su hogar,
sintiendo muy adentro
que ya no volvería,
que todos sus afectos
allí se quedarían.
Solitario letargo,
inquietante, incierto
fue su viaje en ese barco
que lo traía a un nuevo puerto.
América lo esperaba
para brindarle el secreto
de tierra inexplorada,
de surcos sedientos.
Aquí construyó una vida
con trabajo y sacrificio,
una hermosa familia
y aprendió el oficio
de regar este suelo
con el sudor de su frente
y apaciguar el duelo
de los lazos ausentes.
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