domingo, 3 de enero de 2010







ABUELO GRINGO




Desde un pequeño pueblo

al pie de las montañas

salió un día mi abuelo,

de la madre Italia,

temblando su voz

en la despedida,

arrugado su corazón

en la partida,

una valija gastada

cargada de sueños,

el alma quebrada,

un sombrero nuevo.

Volvió su mirada,

a poco de andar,

para guardar, inmaculada,

la imagen de su hogar,

sintiendo muy adentro

que ya no volvería,

que todos sus afectos

allí se quedarían.

Solitario letargo,

inquietante, incierto

fue su viaje en ese barco

que lo traía a un nuevo puerto.

América lo esperaba

para brindarle el secreto

de tierra inexplorada,

de surcos sedientos.

Aquí construyó una vida

con trabajo y sacrificio,

una hermosa familia

y aprendió el oficio

de regar este suelo

con el sudor de su frente

y apaciguar el duelo

de los lazos ausentes.








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