domingo, 31 de enero de 2010








 
SOL DE OTOÑO

Cuando mi alma enhebraba

los hilos cenicientos

y mi ser destellaba

matices somnolientos,

entre pardos y grisáceos,

del abril de mis años,

llegaste a mi vida,

Agustina, sol de otoño.

Cuando mis ramas desnudas

sentían nostalgia de follaje,

de frutas maduras

y de primaveral encaje,

mi interior reverdeció,

germinando dulce retoño,

mi raíz vibró,

Agustina, sol de otoño.

Cuando mi paisaje se volvió

sepia olvidado

y la memoria se tiñó

de añil gastado,

tu augurio iluminó

mi aura adormecida

y fuiste el sol que entibió

el otoño de mi vida.



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